Al embarcarme en este último capítulo de mi vida, me asaltan tres constataciones: que para disfrutar de una vida plena, es necesario que haga algo; que mi propia experiencia vivida es ahora mi materia prima; y que mi fé en el poder transformador del arte en todas sus formas sigue siendo tan fuerte como siempre.


En mi obra actual, mi búsqueda de la presencia numinosa sigue siendo una constante, pero su lugar ha migrado del pensamiento abstracto a lo profundamente sentido, al abrazar mi propia historia y las revelaciones del mundo cotidiano. Ahora busco la inmediatez de lo cotidiano, el momento fugaz, el detalle escurridizo, el gesto leve, con la certeza de que lo más importante reside ahí, de que el panorama más amplio se abre a través de la abertura más pequeña, que la mayor alegría emana del momento más breve. Puede que el verdadero trabajo no haya hecho más que empezar.